lunes, 25 de enero de 2016

FUTURO INCIERTO (III)

LAS 12h. MIGUEL

Menudos imbéciles, creyendo en fantasmas, más allá y gilipolleces. ¡Panda de tarados! Menos mal que me he ido a dar una vuelta para despejarme.

Parecen mi abuela, siempre obsesionada con esos temas, haciendo rituales estúpidos y sin ningún efecto, o rezando a santos que nada hicieron por ella. Su confianza en supersticiones, y no en la ciencia, le costó la vida. Charlatanes, estafadores o simplemente ignorantes que creen a pies juntillas en sus supuestos poderes. Eso es lo hay detrás de tarotistas, curanderos, gente que lee las manos y cosas similares.

La mayoría de sucesos tachados de paranormales tienen explicación científica o son montajes. Juegan con la vida y la muerte, con los sentimientos y las creencias de las personas. Se aprovechan de su inocencia y su desesperación para sacarles el dinero. ¡Qué asco, de verdad!
  
Lo que no entiendo es cómo una persona tan buena como Queco entra en un juego como ése. Supongo que realmente cree que tiene poderes, porque no es mala gente. Me niego a creerlo. Si él supiera cuánto le quiero… Pero claro, nadie sabe de mis inclinaciones y él tiene toda la pinta de ser hetero. Tímido, con esa cara de niño desamparado, pero hetero. Amor imposible, para no perder la costumbre…

"Charlatanes, estafadores o simplemente ignorantes que creen a pies juntillas en sus supuestos poderes"

En fin, voy a volver, que ya llevo demasiado rato dando vueltas. Esperemos que no se hayan enfadado demasiado conmigo. Menos mal que ya conocen todos mi carácter y saben perdonar mis arrebatos. En el fondo somos una pequeña familia, molamos bastante, ahora que lo pienso…
¡Vaya! Parece que hay bastante gente en la cafetería, me va a tocar currar en serio.
Bang!! 

Abro la puerta con prisas y lo que veo me deja helado: unos encapuchados con fusiles tienen a todo el mundo secuestrado, parece que hay varios muertos, incluidos Sergio y Karina, si no me falla la vista. Y acaban de disparar a Queco, que ha caído en el suelo, malherido.

“¿Pero qué mierda pasa aquí?”, grito, entre asustado y confundido. ¿Debería haber salido corriendo?

Bang!!, bang!! ¡La madre que los parió! Casi me dan, menos mal que me he tirado al suelo. Benditos reflejos. Mierda, Érika ha recibido una bala y no se mueve. Le han dado en la pierna, ¿le habrán jodido la femoral? Parece inconsciente o muerta. Al menos Queco aún respira… voy a llevármelo detrás de la barra, espero llegar vivo con él. 

¡Ufff, menuda carrera! Pero aquí estamos más resguardados de los tiros, era necesario. Queco está fatal. No sé si saldrá de ésta. Mierda de vida. No te vayas, te quiero demasiado.

     —    Queco, Queco, estoy aquí, tío. ¿Me oyes? ¡Contesta, por Dios! —mi desesperación se hace patente reclamando a mi amigo.
      —    ¿Miguel? —apenas puede abrir los ojos, mi niño asustado…
     —    Tranquilo tío, saldremos de ésta. Te lo prometo —le digo con toda la firmeza que soy capaz de aparentar.

La cosa se ha complicado, ya llevan 5 muertos (6 si contamos a Érika, que sigue sin reaccionar) y los encapuchados dudan entre irse o quedarse. Alguno plantea matarlos a todos, pero otro (la lumbrera del grupo, imagino) me señala diciendo: “¿Y si sólo dejamos vivo al héroe éste que acaba de llegar para que cuente la historia? Que la poli no pueda contar patrañas, ¿me explico?”. Al fin se oyen sirenas, que interrumpen sus deliberaciones; este infierno terminará pronto.

Parece que los hijos de puta del fusil se van. Y Queco está muy débil, ya apenas respira. ¡Me cago en las cartas de los cojones, en los malos augurios y en lo gafes que somos! Tanto joder con las cartitas y mira la que se ha liado. Queco no se puede ir sin saber que le quiero…

“Quiero que sepas que siempre te he querido, tío. Te quiero”. Queco abre los ojos a duras penas y musita un “Y yo”, me sonríe por última vez y cierra los ojos en mis brazos.

No creo que pueda soportar el dolor, pero no me da tiempo de pensar nada más. En ese momento, un par de patrullas especiales irrumpen en la cafetería. Algunos salen a la caza de los asaltantes y otros se quedan para controlar la situación. Entran también un par de equipos del SAMU, atienden a los japoneses histéricos y verifican que Érika sigue viva, una buena noticia al menos. Yo me quedo con Queco hasta que venga el juez, no puedo abandonarle. Nos avisó de que algo muy malo iba a suceder y le traté como a un loco. Soy un jodido imbécil. Y le he perdido para siempre. 




CONTINUARÁ



Lee el desenlace aquí. 

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